lunes, 13 de mayo de 2013

Returning a whale to the sea....
 
The Forster & Andrews (1882) organ at
First Evangelical Methodist Church.  Restoration Process (2006-2009)










Devolviendo una Ballena varada al Mar

En toda mi carrera como organista comenzada en la década del 70, siempre lamenté el progresivo deterioro y el silencio  final del hermoso órgano inglés construido en 1882 por la firma Forster & Andrews para la Primera Iglesia Metodista. Era triste pensar que un instrumento instalado en el interior de una arquitectura tan notable y ubicado además en un lugar tan neurálgico de la Ciudad de Buenos Aires no pudiese más  formar parte de nuestro patrimonio cultural.

El órgano de la Primera Iglesia Metodista había sido oficialmente declarado "en estado terminal"  no sólo por la comunidad Metodista, sino también por el ambiente organístico argentino. El motivo?  Si bien el instrumento era susceptible de una restauración en todo momento, la ingente cantidad de dinero a reunir , necesaria para llevar a cabo la tarea , tornaba la situación imposible.
Estimaciones solicitadas a empresas restauradoras europeas como la inglesa Mander  giraban en torno a las 500.000 libras esterlinas. Se trataba de meses de trabajo con personal extranjero que debía instalarse en Buenos Aires, transporte de herramientas específicas, viajes de ida y vuelta de partes del órgano que debían ser rectificadas o curadas en Inglaterra, gastos de aduanas y lo que más encarecía el presupuesto: el precio de la mano de obra especializada. Los órganos no son instrumentos baratos, nunca lo fueron. La presencia de estos instrumentos en los templos es generalmente consecuencia de una donación particular o del aporte entusiasta y generoso de  un gran  grupo de personas.


Yo sabía que un trabajo de tal dimensión no iba a poder terminarse nunca de no contarse con la colaboración desinteresada de un grupo permanente de tareas que estuviera dispuesto a dar parte de su tiempo semanal en el instrumento. Yo tenía un plan en mi cabeza, pero cómo convencer al pastor Hugo Urcola y a la Comisión Directiva de la Primera Iglesia Metodista de que yo no era un loco?  Nadie nos conocía. "Cuál es tu interés en todo esto?"  -se me preguntaba.....o también: "comprenderás que cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía...."
Mi respuesta era siempre la misma: "Mi interés es, que cuando todo esto esté terminado, Uds. me dejen venir a hacer un poco de música"

Y ahora pueden ustedes llamar a esto como quieran:  Acción de la Providencia, Conjunción Planetaria Favorable, Predestinación, etc. Lo cierto es que, a partir de un maravilloso voto de confianza del Pastor y de la comunidad de la Iglesia, se nos fue dado el "sí".

El equipo de tareas terminó conformado por Karina Kohoutek (artista plástica), Leopoldo Pérez Robledo (luthier) , Juan Ferreyra, mi hijo (dibujante) y Rafael Ferreyra, quien escribe (organista) como  coordinador de tareas y asesor estético. Pero por supuesto solicitamos y recibimos la desinteresada ayuda de muchas otras personas a quienes consultamos por problemas muy específicos cuando éstos se presentaban, sin las cuales todo habría sido más difícil. Especialmente doy las gracias al aporte del maestro Enrique Rimoldi y del técnico Enrique Godoy. Pero no me olvido de gran cantidad de amigos que en muchos casos prestaron unas pocas horas o sólo una tarde de su tiempo para,  por ejemplo,  bajar a nivel del suelo los enormes tubos de la fachada para ser limpiados y repintados. Los nombres de todas estas personas están citadas en el programa de Dedicación del Organo correspondiente al día de su reinauguración.

Un subsidio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de 45.000 pesos  que la Iglesia venía gestionando permitió hacer la necesaria inversión en materiales imprescindibles para comenzar el trabajo. Las tareas comenzaron a principios del año 2007. A los cinco meses todo el dinero había sido empleado en materiales,  el órgano estaba desarmado con sus tubos y mecanismos ocupando la totalidad del coro del templo y otras dos grandes habitaciones escaleras arriba en el interior del edificio. En ese punto todavía no habíamos empezado a reparar prácticamente nada. Todo era tierra con 100 años de deposición, mecanismos colapsados, conductos aplastados , tubos sonoros  desparramados caóticamente por el interior , varillas rotas, el enorme  fuelle de aire con su cueros rajados y podridos, maderas atacadas por insectos, mampostería caída, la instalación eléctrica al borde del incendio y la torre lateral izquierda del instrumento inclinada peligrosamente fuera de la vertical.
A partir de ese momento y en virtud del pacto realizado entre los integrantes del grupo , continuamos trabajando en forma desinteresada treinta meses más hasta alcanzar el objetivo y resucitar el instrumento. En realidad nunca supimos cuanto tiempo nos demandaría....y el Pastor Hugo que cada tanto nos preguntaba: "En qué etapa andamos?"........ La emoción que  representó volver a oír sonar de a poco aquellos tubos en algún momento del proceso es, al menos para mí, totalmente incomunicable. Llegué a preguntarme si era cierto lo que estaba ocurriendo.
Estábamos devolviendo la ballena varada y moribunda en la costa al mar , sana y felíz!   Y  ha dado pruebas de su estado físico: desde entonces se lo emplea regularmente en todos los servicios y organistas nacionales y extranjeros han ofrecido sus recitales con el más variado repertorio. Su bello y antiguo sonido sorprende a todos.

Creo humildemente que hemos sentado un antecedente en nuestro país, acompañado de otros pocos en el mundo. Se ha trabajado con mucho amor por la Obra de Arte.

Y para finalizar, no puedo dejar de expresar mi enorme gratitud a Karina Kohoutek, nuestra insigne integrante del equipo. Karina es una mente brillante con una habilidad para la resolución de problemas pocas veces vista en hombres y mujeres. No me hubiese lanzado yo al desafío de recuperar este instrumento de no haber sido consciente de esto y de no haber  contado con su ayuda y entusiasmo incondicional.. Creo no hubo detalle del proceso en donde el brillo de su sagacidad no estuviese presente.

RF

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